Derecho al olvido: ¿Puedo borrarme de Internet?


Como quien llama para darse de baja en una compañía telefónica o escribe para cancelar una suscripción a una revista, la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en favor del “derecho al olvido” en Internet ha destapado entre algunos internautas la creencia de que ahora es posible eliminar todo rastro de nuestra presencia digital de la forma más simple: “¡Hola! ¿Es Google? Me gustaría borrarme de Internet”…


Esta simple e ingenua pregunta resumiría el debate abierto después de que Google, buscando cumplir con la norma, decidiese poner a disposición de los usuarios un formulario para que los europeos puedan solicitar que se eliminen de los resultados de las búsquedas enlaces a información suya. En un solo día, el buscador (que maneja más del 80% de las búsquedas en Europa) ya había recibido 12.000 solicitudes y, en 10 días, la cifra había subido hasta las 41.000.
Ni qué decir tiene que la norma contempla matices e implicaciones que, seguramente, muchos de esos 40.000 solicitantes hayan decidido ignorar, como el hecho de que el “derecho al olvido” sólo sea aplicable para aquellos casos en los que la información sea inadecuada, irrelevante, ya no relevante (es decir, lo fue en un tiempo, pero ya no) o excesiva en relación al propósito por el que fue procesada. O también podremos obviar que, en cada caso, intervienen conflictos y fricciones que pondrán en cuestión si lo que prevalece es el derecho a la intimidad o el derecho a la información y que derivarán no en un borrado automático, sino en un largo proceso de discusión y debate. Y aun así, obviando todo eso, es imposible… “¡Hola! ¿Google? ¿Me puede borrar de Internet por favor?” “No señor, no puedo”.

Volviendo sobre nuestros pasos: la huella digital

Acostumbrado a encontrarse -mientras navega- ofertas de hoteles en ese destino para el que justo ha comprado un billete de avión, o un 2×1 para ir a ver un concierto de –precisamente- su grupo favorito, el usuario de Internet no suele caer en la cuenta de que eso ocurre gracias y debido a su “huella digital”. Cada vez que hacemos ‘like’, visitamos una tienda online, enviamos un email, subimos una imagen a Facebook o hacemos una búsqueda, estamos dejando un rastro que va conformando, poco a poco, nuestra identidad digital. Ésa que hace posible las múltiples aplicaciones del Big Data, abre el camino a la personalización de contenidos y servicios, y permite el uso de nuevas tendencias en procesos tradicionales como el de la oferta y la demanda de empleo.
La era digital ha aportado de una nueva dimensión al concepto de “reputación”: ya no es algo pasajero a merced de los medios de comunicación o la memoria humana, sino que perdura en el tiempo y además queda fácilmente accesible a través de los motores de búsqueda. ¿Has probado a googlear tu nombre? Quizás encuentres esa entrada que ni siquiera recordabas haber escrito en ese blog que dejaste abandonado hace tiempo… O tu correo electrónico, que introdujiste en tu perfil de esa red que ya ni siquiera usas… O esa foto que no sabías ni que existía… Incluso cuando no interviene ningún dato personal, tu paso por internet queda registrado a través de la “huella digital” de tu conexión: cómo accedes y desde dónde accedes se convierte en información valiosa que, sin quererlo, habla de ti.
Con más de 2.400 millones de personas conectándose a diario a Internet, el flujo de información y el volumen de datos a procesar es prácticamente incalculable… y, aun así, los buscadores son capaces de funcionar como un enorme escaparate: procesan la información, la indexan y la ponen a la vista de todos. “¿Hola? ¿Señor Google? ¿Puede borrarme de su buscador para desaparecer de Internet?” “Sí señor, yo le borro. Pero desaparecer lo que se dice desaparecer… no”.
Google no es Internet. A través de múltiples métricas y criterios, el buscador clasifica y ordena los miles o incluso millones de resultados que puede ofrecer una búsqueda; pero, al fin y al cabo, son sólo la presentación de una información cuya huella es mucho más profunda: puedes usar el famoso formulario para lograr que la referencia desaparezca de la lista de resultados, pero la información permanecerá visible y accesible en la web, blog o espacio en el que esté alojada. Y es que el paradigma del perfil digital es que tu huella, aunque es tuya, no te pertenece. Cuando subimos, empleamos o ponemos en conocimiento de Internet (intencionada o desintencionadamente) cualquier dato o información de carácter personal, no sólo lo pasamos a la esfera pública, sino que deja de ser nuestro y, por mucho que nos esmeremos en borrarlo, no impide que otras personas ya lo tengan. De ahí que ser conscientes de que el rastro de nuestro paso por Internet existe y tomar el control de él, sea fundamental para no perder el dominio sobre nuestra reputación digital.
(Infografía: Jessica Rosado)

Y entonces… ¿cuáles son las implicaciones del derecho al olvido?

En el amplio debate generado a raíz de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea son muchos los escépticos que dudan de la aplicación práctica de la norma… y seguramente no anden desencaminados. La enorme dimensión, globalización y democratización de Internet da lugar a implicaciones éticas y jurídicas igualmente grandes que harán de este trámite -como ya dijimos al inicio- un largo proceso de discusión y ponderación: ¿quién va a juzgar si una información es excesiva o irrelevante para el propósito de una búsqueda? ¿hasta qué punto el derecho al olvido primará sobre el interés general de una información? ¿la responsabilidad es realmente del buscador -que sólo recoge los datos y los indexa, sin entrar a valorarlos- o es del medio o la web que publica la información?… son sólo algunas de las preguntas que seguramente se planteen en los próximos meses.
Sin entrar a valorar cuestiones jurídicas, lo cierto es que pedirle a un motor de búsqueda -cuyo modelo de tratamiento de la información es puramente algorítmico- que entre a valorar cuestiones tan elevadas como el interés general de una información o el derecho al olvido VS derecho a la información, resulta algo excesivo. Pero no ocurre así con otros entornos como webs, blogs o incluso redes sociales. Con el ojo ahora puesto en los buscadores, no hay que olvidar que esta normal puede amparar al usuario ante cualquier contenido de terceros indexado o enlazado a otros sitios y que -ya desde hace tiempo- existen mecanismos para solicitar el borrado de la información en su fuente original… ¿Es esto sólo el principio de un proceso para acelerar y hacer cada vez más estrictos los mecanismos de protección de la privacidad? ¿Qué consecuencias puede traer para tendencias, como la del Big Data, sobre las que se sustenta el futuro del social bussiness? El debate está abierto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dabbleboard, una pizarra para hacer más productivas las reuniones

Community Managers: Una fórmula sencilla de medir el ROI para Pymes

3 plataformas para construir elegantes sitios web sin programar